Construyendo una Red de Salvaguardia del Swing Criollo: El Rol de Investigadores, Gestores y Bailarines
- Wil Jiménez Kuko
- 5 ago
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Cuando se habla de salvaguardar el patrimonio cultural inmaterial, es común pensar en inventarios, museos o políticas públicas. Pero en el caso del Swing Criollo, la clave está en una red viva de personas que lo practican, estudian, gestionan, enseñan y transforman día con día. No basta con declarar; se necesita actuar. En esta ocasión quiero profundizar en cómo construir una red de salvaguardia sostenible y colaborativa, basada en tres pilares fundamentales: investigadores culturales, gestores y portadores del saber (bailarines).
¿Qué implica salvaguardar una práctica viva?
A diferencia del patrimonio material, el cultural inmaterial no puede conservarse en vitrinas. Vive en las personas, en los cuerpos, en las emociones, en las relaciones sociales. Salvaguardarlo implica generar condiciones para su continuidad, transmisión y renovación significativa. En el caso del Swing Criollo, esto significa:
Reconocer a los portadores como protagonistas del proceso.
Fomentar la transmisión intergeneracional.
Garantizar espacios para su práctica y visibilidad.
Documentar desde enfoques respetuosos y participativos.
Desarrollar políticas públicas que integren a las comunidades.
No se trata solo de preservar una técnica, sino de mantener viva una forma de estar en el mundo.
El rol de los investigadores: documentación, legitimación y co-creación
Más allá del archivo: investigación colaborativa
El trabajo del investigador no debe limitarse a documentar pasos, trajes o músicas. El Swing Criollo exige un enfoque sensible, situado y colaborativo. ¿Cómo se baila? ¿Por qué se baila? ¿Qué significa bailar para quienes lo hacen? Estas preguntas abren la puerta a metodologías más participativas como:
Etnografía corporal, donde el investigador aprende a bailar y se involucra activamente.
Historia oral, rescatando las memorias de los bailarines mayores.
Sistematización de experiencias, construyendo saberes colectivos.
Se trata de entender el swing desde dentro, co-investigando con los portadores, no sobre ellos.
Generar memoria pública
El conocimiento producido por la academia o por investigadores independientes debe dejar de circular solo en congresos o tesis, dejar de ser privado y compartirlo con la comunidad. Una red de salvaguardia necesita que los hallazgos lleguen a:
Las comunidades portadoras.
Las escuelas.
Las plataformas digitales.
Los medios de comunicación.
Eso implica producir materiales accesibles y contextualizados: podcasts, documentales, libros para jóvenes, cápsulas en redes, infografías. También organizar charlas abiertas, rutas patrimoniales y talleres participativos.
3. Legitimación institucional
Muchas prácticas populares han sido históricamente invisibilizadas o deslegitimadas por no responder a cánones “artísticos” o académicos. La investigación rigurosa y comprometida puede contribuir a posicionar el Swing Criollo como:
Parte del imaginario cultural costarricense.
Objeto legítimo de estudio en las artes, la historia y las ciencias sociales.
Expresión compleja, creativa y profundamente significativa.
En este sentido, el diálogo entre academia, políticas públicas y comunidad es esencial.
Gestores culturales: articulación, política y sostenibilidad
1. Pensar en red, actuar en colectivo
Un gestor cultural comprometido con el patrimonio no puede trabajar en solitario. Su labor consiste en articular voluntades, recursos, tiempos y actores. En el caso del Swing Criollo, esto puede significar:
Conectar a bailarines tradicionales con espacios culturales públicos.
Crear redes entre municipios con historia swingera.
Vincular instituciones académicas con colectivos barriales.
Facilitar procesos de diálogo intergeneracional.
Las redes de salvaguardia no se decretan; se construyen con confianza y horizontalidad.
2. Salvaguardar es hacer política
Todo acto de salvaguardia es político. Implica decidir qué se valora, quién tiene voz, cómo se distribuyen los recursos. Los gestores tienen la responsabilidad de:
Garantizar que las comunidades sean protagonistas del proceso.
Diseñar políticas inclusivas y no extractivistas.
Presionar por presupuestos sostenibles en el sector cultura.
Visibilizar el valor social y simbólico del Swing Criollo ante el Estado y la ciudadanía.
Salvaguardar el swing no es solo organizar eventos: es incidir en cómo se entiende el patrimonio en el país.
3. Formación, visibilidad y espacio
La acción concreta del gestor debe traducirse en:
Programas de formación artística y pedagógica en Swing Criollo.
Festivales, encuentros y espacios de circulación accesibles y de calidad.
Materiales pedagógicos que incluyan historia, técnica, lenguaje corporal y contexto social.
Gestión de espacios físicos para la práctica y enseñanza del baile.
El swing necesita infraestructura afectiva y cultural para mantenerse vivo.
Bailarines y portadores del saber: guardianes del ritmo y la memoria
1. No solo bailan: enseñan, narran, transforman
Los bailarines del Swing Criollo no son solo intérpretes. Son narradores sociales, educadores populares y creadores de estilo. En sus cuerpos se condensan décadas de historia, resiliencia, alegría y orgullo. Son ellos quienes han garantizado la continuidad del swing a pesar de:
El desprestigio social asociado a lo “popular”.
La falta de reconocimiento institucional.
La competencia con otras modas o formas de ocio.
Por eso, la salvaguardia debe reconocer su autoridad cultural. Implica escuchar sus saberes, compensar su tiempo, apoyar su enseñanza, documentar sus testimonios.
2. Transmisión generacional
El Swing Criollo se ha transmitido por décadas de manera informal: padres enseñando a hijos, amigos bailando juntos, jóvenes imitando a los mayores. Hoy, esa transmisión está amenazada por:
La fragmentación de la misma comunidades.
El cierre de espacios tradicionales de baile.
La falta de interés en algunas generaciones jóvenes.
Por eso, es vital apoyar procesos de enseñanza estructurada sin desvirtuar su esencia. Eso incluye:
Escuelas de swing gestionadas por portadores.
Mentorías entre generaciones.
Festivales juveniles con foco en aprendizaje.
Producción de tutoriales, clases online y otros formatos contemporáneos.
El conocimiento corporal también se hereda y se cuida.
3. Organización y liderazgo comunitario
Muchos bailarines ya se han organizado en colectivos, academias, grupos o asociaciones. Esta organización es clave para:
Incidir en políticas públicas.
Generar eventos autogestionados.
Crear fuentes de ingreso sostenibles.
Desarrollar proyectos educativos o creativos.
El fortalecimiento organizativo de los portadores es un pilar esencial para una red de salvaguardia.

Estrategias concretas para una red de salvaguardia
A continuación, se proponen algunas acciones clave que pueden ser ejecutadas por diversos actores de la red:
A. Para investigadores:
Crear un archivo digital comunitario con registros audiovisuales, entrevistas, documentos históricos.
Desarrollar una cartografía cultural de espacios y actores del swing.
Publicar investigaciones en formatos accesibles.
Fomentar el diálogo entre investigadores académicos y bailarines tradicionales.
B. Para gestores:
Establecer alianzas entre instituciones públicas, privadas y comunitarias.
Generar fondos concursables exclusivos para proyectos de swing.
Incluir el swing en la programación de museos, casas de la cultura y festivales.
Promover la formación profesional de los bailarines como educadores.
C. Para bailarines y comunidades:
Fundar escuelas comunitarias de swing lideradas por portadores.
Crear manuales y recursos didácticos desde la experiencia local.
Promover intercambios intergeneracionales.
Organizar eventos que celebren la historia y evolución del swing.
Tensiones y desafíos a enfrentar
Ninguna red de salvaguardia está exenta de tensiones. Algunas que deben abordarse con honestidad y cuidado incluyen:
El riesgo de la folklorización, donde el swing se convierte en espectáculo para el turismo y pierde su dimensión social.
El extractivismo cultural, cuando investigadores o instituciones se benefician sin retribuir a las comunidades.
Las disputas internas por legitimidad, representación o liderazgo dentro del movimiento swing.
La falta de sostenibilidad económica, que amenaza la continuidad de las iniciativas.
Abordar estas tensiones implica construir procesos democráticos, éticos y transparentes, centrados en el respeto y la reciprocidad. El Swing Criollo no necesita ser congelado en el tiempo. Necesita ser bailado, pensado, enseñado, celebrado y defendido. Salvaguardarlo es crear condiciones para que sus portadores sigan vivos, visibles y valorados. Es permitir que las generaciones futuras encuentren en el swing no solo una técnica de baile, sino una forma de afirmarse, resistir y reencontrarse con su cultura.
Una red de salvaguardia no es una estructura burocrática. Es una red de afectos, cuerpos, ideas, historias, políticas y saberes que se entrelazan al ritmo de un baile que sigue haciendo vibrar a Costa Rica.
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