Gestionando las Artes Escénicas
Actualizado: 15 ago 2022

Las artes escénicas incluyen un conjunto de lenguajes artísticos que tienen en común el hecho escénico.
Podemos considerar el arte como la expresión de percepciones, sentimientos y emociones sobre la realidad a través de una gran diversidad de lenguajes que se derivaron de las acciones rituales de carácter mágico de muchas religiones primitivas y, con el tiempo, fueron perdiendo su dimensión religiosa para adquirir una nueva dimensión cultural.
Una parte de las artes tienen su punto de mira en la búsqueda de la belleza. El concepto de “bellas artes”, propuesto por Charles Batteux el año 1746, se aplicó originariamente a la danza, la música, la escultura, la pintura, la poesía, y también a la floricultura. Más adelante se amplió a la arquitectura, a la retórica y a otros géneros literarios. A partir del siglo XX también al cine, a la fotografía y a la historieta. Actualmente se considera que también deben formar parte de las bellas artes la televisión, la moda, la publicidad, la animación, los videojuegos y las artes escénicas. Las artes escénicas, aunque no forman parte oficialmente de las bellas artes, tienen de facto esta consideración en muchos ámbitos sociales.
Los lenguajes artísticos, como conjuntos de símbolos, requieren el dominio de sus respectivas técnicas (“técnica” deriva de tekné, término que en la Grecia clásica se usaba para denominar al arte). Se considera el arte como el resultado de una acción creativa a partir de un lenguaje o técnica expresiva determinada. Incluso se usa el concepto en diversos ámbitos sociales para expresar la capacidad creativa en cualquier actividad humana, como “el arte de vivir”, el “arte de los negocios” o incluso “el arte de la guerra”. En este sentido podríamos considerar que arte es cualquier creación humana.
Las artes escénicas forman parte del universo de las artes y, parcialmente, del subconjunto de las artes de lo bello. Agrupan a un conjunto muy diverso de lenguajes que tienen en común el hecho escénico. Sin ánimo de exhaustividad, podemos considerar que forman parte de las artes escénicas las siguientes expresiones artísticas: el teatro (teatro de texto, teatro visual, teatro musical, teatro de objetos, teatro de sombras…), la danza (clásica, contemporánea, tradicional, popular, flamenco, nuevas tendencias…), la lírica (ópera, opereta, zarzuela…), el circo (en cualquiera de sus formatos y estilos), el cabaret, la magia, etc.
En las creaciones escénicas se puede usar un solo lenguaje o un conjunto de ellos. La mezcla de lenguajes y formatos artísticos ha desarrollado una gran diversidad de géneros escénicos que se entrelazan y confunden. El cabaret, por ejemplo, es un formato escénico de proximidad en el que se combinan canciones, acciones dramáticas, monólogos y otros elementos en interacción continua con los espectadores y con una cierta intención de transgresión moral y política.
La música, en nuestro contexto, no forma parte de las artes escénicas porque su expresión no está supeditada a la escena ni a ninguna materialidad, aunque, como lenguaje, puede formar parte de un espectáculo escénico (el teatro musical por ejemplo). Lo mismo pasa con las artes visuales y audiovisuales, que también pueden formar parte de espectáculos. Sin embargo, el valor añadido que aportan a una puesta en escena no las convierte en artes escénicas. Lo que tienen en común todos los lenguajes y formatos que hemos incluido en la descripción de las artes escénicas es el hecho escénico, concepto abstracto que es necesario definir.
El hecho escénico
Podemos considerar al hecho escénico como “aquello que ocurre cuando intérpretes y espectadores se encuentran”. Además del intérprete y del espectador, hay un tercer elemento imprescindible: el escenario. El espectador no es receptor pasivo sino sujeto activo en un proceso de comunicación donde el intérprete toma la iniciativa.
El intérprete es un creador, aunque no sea el autor literario ni sea suya la idea de partida. Pero crea una expresión y la transmite, con su técnica, a un espectador que le contesta con su mirada, su respiración, sus gestos, su complicidad… La interacción con los espectadores hace que cada representación se configure de una manera singular y que sea una experiencia única e irrepetible.
Las artes escénicas, y todas las artes en vivo, buscan la singularidad de cada experiencia y huyen de la producción seriada. Según Cay McAuley3, “el teatro requiere de la presencia real tanto del actor como del espectador, este último es un agente activo, un participante, más que un simple espectador. En este sentido la representación es un acontecimiento de participantes vivos que debe tener sede en un lugar concreto” que implica “un intercambio de energías entre ambos” y se convierte en un evento social. La autora añade que “los actores reciben la energía que se desprende de la sola presencia de los espectadores, y los espectadores a su vez reciben energía de los actores que están en el escenario, así como de los demás espectadores”. La energía se transmite básicamente por el intercambio de miradas.
La comunicación interactiva entre unos intérpretes y unos espectadores crea una atmósfera relacional donde pasan cosas en un plano distinto al de la realidad cotidiana. Una representación es una experiencia vital de una comunidad virtual que contribuye al desarrollo personal de los intérpretes y los espectadores. Lo que se representa es tanto real (hay unos intérpretes en el escenario y un público en la sala) como irreal (los personajes del evento escénico).
El espectador puede aprender a ser espectador avanzado. A medida que el espectador va conociendo los símbolos y mecanismos de una representación, incrementa el placer intrínseco de la actividad sin llegar, en ningún caso, a perder el atractivo y la magia de la expresión y la comunicación escénica. El hecho escénico se consigue con la creación de un espacio escénico, tercer elemento constitutivo del hecho escénico.
El espacio escénico
El espacio escénico es el espacio mental que se crea en un hecho escénico. Nuestra materialidad obliga a la percepción espacial de la experiencia vital. Los hechos no pueden existir sin espacios.
Aunque el espacio escénico es una construcción mental, exige que se ubique en un espacio físico aislado del entorno cotidiano donde pueda crearse el contexto de la acción. La escena es el espacio de la acción.
El teatro, del griego theatrón, es “el lugar para contemplar”. El espacio del teatro se divide en “espacio del público” (la sala y los espacios sociales adjuntos) y el “espacio de los actores” (los camerinos y el escenario). El centro vital del edificio es donde se encuentran ambos espacios, donde se acopla el escenario con la sala y que conforma el espacio de representación. Aunque esta división de espacios se da físicamente en los teatros a la italiana, funcionalmente también se da en espacios de un solo volumen.
El espacio escénico es, inicialmente, un espacio vacío. Vacío de los elementos de la cotidianidad. Vacío de luz y de objetos. Los elementos escenográficos que pueda contener deben ayudar a crear el espacio mental necesario para desarrollar el hecho escénico. El espacio escénico es un espacio mental similar al espacio ritual sagrado de muchas religiones. El hecho escénico, derivado del ritual religioso, mantiene la misma condición espacial.
El espacio vacío puede ubicarse en un equipamiento especializado o en una infraestructura polivalente, pero debe ofrecer un espacio vacío. Su vacuidad se va llenando con elementos escenográficos y con las construcciones mentales que surgen de la interacción entre intérpretes y espectadores.

La función social de las artes escénica
Artes escénicas y desarrollo personal
Por la experiencia vital que significa cada representación, es obvio que las artes escénicas tienen, como primera función social, contribuir al desarrollo personal.
La expresión y la interiorización de las percepciones, sentimientos y emociones que los intérpretes elaboran a partir de la realidad y la participación de los espectadores en la construcción de una experiencia escénica, aportan elementos de aprendizaje y desarrollo personal. La práctica de las artes escénicas desarrolla valores basados en el respeto a los demás, la cooperación y la solidaridad. Fomenta la reflexión crítica sobre la experiencia vital, ayuda a ser sujeto de la misma y a construir la propia identidad personal.
Cada vez hay más argumentos que sustentan la afirmación de que sólo hay aprendizaje si hay emotividad. Las artes escénicas tienen una importante carga emotiva y, por lo tanto, son un vehículo excepcional para la transferencia de valores. Los sistemas educativos han percibido la gran contribución de las artes escénicas al desarrollo personal, y por esto lo han incorporado en su curriculum educativo en forma de talleres y de asistencia a representaciones, aunque la simple participación a experiencias escénicas fuera de contextos educativos formales ya comporta un aprendizaje y un enriquecimiento personal.
Artes escénicas, cohesión y transformación social
En cada momento y lugar las artes escénicas han tenido una función social específica. Sea como entretenimiento de masas para disminuir la tensión social o política, sea como adoctrinamiento a los miembros de movimientos de transformación social, sea como catarsis y terapia social, sea como resistencia a las formas culturales dominantes, las artes escénicas, de forma intencional o incidental, siempre han tenido alguna función social específica. La relación entre artes escénicas y sociedad siempre ha sido interactiva.
Algunos, como Passolini, han proyectado en el teatro la función de transformación social como fruto del compromiso social de los intelectuales, pero esta visión no es compartida por muchos. Joan Mas5 considera que la aspiración de las artes escénicas debe ser la de representar dignamente a su sociedad y expresar los valores que ésta considera importantes.
Tal vez la función más recurrente, en contextos estables, ha sido la de contribuir a la cohesión social porque el hecho escénico es, básicamente, una experiencia colectiva que crea vínculos emotivos entre espectadores e intérpretes y ayuda a formar la conciencia de comunidad.
Artes escénicas y desarrollo económico
El sector de las artes escénicas es también un sistema productivo que tiene un peso creciente en la economía.
El impacto directo de las artes escénicas en la creación de riqueza es igual o superior al de otros sectores productivos tradicionales. Pero hay que tener en cuenta también su impacto económico indirecto por los servicios auxiliares que requiere: servicios técnicos, logísticos, hoteleros, gastronómicos, etc. Existen en varios países cuentas satélites que brindan datos muy interesantes en este apartado, estos datos van mucho más allá de su actividad económica directa, aunque es difícil de cuantificar.
Hay que tener en cuenta, también, que la presencia de las artes escénicas en un entorno territorial es un activo importante para la captación de negocio por su aportación a la identidad y patrimonio simbólico de una comunidad local. En muchos territorios, por ejemplo, los festivales y certámenes de artes escénicas forman parte consubstancial de las estrategias de fomento del turismo y son considerados como motores de desarrollo económico.
Artes escénicas como servicio público y como bien social
El sector considera, que las artes escénicas son un servicio cultural público independientemente del agente (público o privado) que lo produce, gestiona y suministra.
Desde la perspectiva de la teoría económica pueden ser entendidas como servicio público por el interés social de las necesidades que cubre, por la naturaleza de las relaciones que establece con los consumidores, y porque las reglas de mercado no permiten un correcto equilibrio entre la oferta y la demanda.
La consideración de las artes escénicas como servicio público cultural implica que las Administraciones han de garantizar que los ciudadanos tengan acceso a él en condiciones adecuadas, aplicando medidas de apoyo a la iniciativa privada que opera con responsabilidad social, sobre todo cuando las leyes de mercado no garantizan la consecución de las finalidades de las artes escénicas como servicio público cultural. Sin esta consideración no se justificaría la elevada intervención pública en el sector.
El interés general es el factor más importante para justificar la consideración de un servicio como público. Sin embargo, cómo se puede medir el interés general? En primer lugar hay que medir la percepción social de su valor. En algunos estudios realizados sobre percepción social de la cultura se concluye que la mayoría de ciudadanos otorgan un alto valor a las prácticas artísticas para el desarrollo personal a pesar de que su práctica sea minoritaria. En segundo lugar hay que medir la opinión profesional de disciplinas como la pedagogía, la antropología, la sociología, la historia, etc. Hay unanimidad profesional en considerar la importancia de las prácticas artísticas en el desarrollo personal y colectivo, incluso se puede establecer una cierta correlación temporal entre el surgimiento de movimientos artísticos y la eclosión de cambios sociales significativos.
Si se llega al consenso sobre su consideración de servicio público, ¿qué consecuencias tiene esta consideración? La primera es que el Estado (el conjunto de las administraciones públicas de acuerdo con sus competencias) debe garantizar la existencia de una oferta escénica regular y de calidad. La segunda consecuencia es que el Estado debe garantizar la accesibilidad a la oferta escénica, tanto a nivel territorial (una red de teatros con una distribución equilibrada en el territorio) como sectorial (sectores sociales con mayores barreras al consumo). La tercera consecuencia es que el Estado debe garantizar una formación adecuada en artes escénicas, tanto a nivel básico para el conjunto de ciudadanos como a nivel profesional. La cuarta y última consecuencia es que el Estado debe favorecer las prácticas comunitarias de artes escénicas (prácticas amateur) como la base social necesaria para el desarrollo satisfactorio del sector y para la vertebración cultural de nuestra sociedad.
La consideración de las artes escénicas como servicio público comporta que el Estado es el garante de las prestaciones descritas. Pero no comporta que sea su prestador y, menos, su productor. Tradicionalmente se consideraba que los servicios públicos debían ser prestados por organizaciones públicas, pero este criterio ya no es compartido por la mayoría de expertos. Los agentes escénicos del sector privado pueden prestar servicios públicos a iniciativa propia o por delegación del Estado. Esta circunstancia es especialmente recomendable por tres razones: porque las empresas escénicas son organizaciones más adecuadas para la prestación de servicios escénicos públicos (pueden garantizar mejor el binomio calidad-eficiencia), porque en algunos países se han desarrollado en un nivel suficiente para garantizar la calidad, estabilidad y universalidad que un servicio público requiere, y porque la mayoría tienen actitud de servicio público.
Sin embargo, algunos expertos consideran que las artes escénicas no pueden ser consideradas un servicio público sino que deben ser consideradas un “bien cultural de interés público”

Análisis del sistema escénico
Elementos del sistema escénico
Para analizar la situación actual aplicaremos el siguiente modelo:

El modelo considera al sistema escénico como un conjunto de tres ámbitos interactivos: el de la formación y profesionalización, el de la creación y el del mercado (oferta y demanda). Considera que un funcionamiento óptimo del sistema escénico exige un funcionamiento óptimo de cada una de sus componentes. La detección de carencias en cada ámbito permite establecer objetivos y prioridades y, en consecuencia, elaborar estrategias para conseguirlos.
Este modelo ha sido desarrollado en forma de flujo o cadena de valor a partir de los tres ámbitos definidos tal como propone el diagrama siguiente:

Categorización de los agentes
La concepción del sector de las artes escénicas como sistema nos lleva a la necesidad de identificar a sus agentes.
El desarrollo progresivo del sector ha llevado a un incremento de agentes escénicos y, muy especialmente, a su diversificación a partir de la especialización funcional progresiva en la cadena de valor. Proponemos distinguir entre agentes de la cadena de valor (los operadores de los procesos de creación, producción, distribución y exhibición), proveedores, consumidores y reguladores.

En un segundo nivel de desglose, proponemos las siguientes categorías de agentes:
a. Agentes de la cadena de valor
Agentes creadores
Autores (autores literarios, dramaturgos, adaptadores, guionistas, etc.)
Actores, bailarines, y otros intérpretes
Directores de escena y otros especialistas escénicos (directores musicales, escenógrafos, coreógrafos, iluminadores, sonorizadores, efectos especiales, estilistas, maquilladores, técnicos de vestuario, etc.)
Técnicos (directores técnicos, maquinistas, eléctricos, técnicos de sonido, técnicos de iluminación, regidores,...)
Agentes productores
Compañías profesionales estables y ocasionales
Productores privados
Grupos de teatro alternativo
Grupos de teatro no profesional
Centros públicos de producción
Agentes distribuidores