Vieja guardia, nueva guardia y juventudes del swing criollo: una reflexión desde el estilo y la forma de bailar
- Wil Jiménez Kuko
- hace 4 minutos
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Hablar hoy de vieja guardia, nueva guardia y de los estilos que están emergiendo entre las juventudes dentro del swing criollo suele generar debates intensos, a veces cargados de nostalgia, otras de resistencia al cambio o división, y en no pocos casos de incomprensiones mutuas. Estas categorÃas, usadas con frecuencia en conversaciones cotidianas, redes sociales o salones de baile, suelen asociarse erróneamente a la edad biológica de quienes bailan. Sin embargo, esta lectura resulta limitada y, en muchos casos, injusta.
No estamos frente a danzas distintas, ni a rupturas identitarias, sino ante formas de bailar, estéticas corporales, relaciones con la música y modos de socialización que responden a contextos históricos, culturales y simbólicos diferentes. La categorización comúnmente usada en la comunidad del Swing Criollo, no se fundamenta en la edad de los cuerpos, sino en el estilo, entendido como una construcción cultural viva, dinámica y situada.
Desde esta perspectiva, la vieja guardia, la nueva guardia y las expresiones juveniles contemporáneas no compiten entre sÃ: dialogan, se influyen y se resignifican mutuamente, aportando capas de sentido a una manifestación que, precisamente por su vitalidad, se transforma sin perder su esencia.
El swing criollo como territorio común
Antes de adentrarnos en las categorÃas estilÃsticas, es necesario reafirmar un punto central: el swing criollo es un territorio compartido. Un espacio simbólico y corporal donde convergen generaciones, trayectorias de vida, experiencias barriales, influencias musicales y memorias colectivas.
El swing criollo no nace de academias formales ni de manuales coreográficos. Surge de la calle, del salón popular, del baile social, de la escucha atenta del cuerpo frente a la música. Su transmisión ha sido, históricamente, oral, corporal y comunitaria. Cada persona aprende mirando, imitando, equivocándose, ajustando, apropiándose del movimiento desde su propio cuerpo.
Por ello, resulta problemático intentar fijar una única manera "correcta" de bailarlo. El swing criollo siempre ha sido plural. Lo que hoy nombramos como vieja guardia fue, en su momento, una nueva forma de bailar; lo que hoy se reconoce como nueva guardia fue también una respuesta creativa a otros estilos anteriores. Las juventudes actuales, lejos de romper con esa historia, continúan ese mismo impulso creativo.
Vieja guardia: el cuerpo como memoria viva
Más que un perÃodo, una forma de sentir el baile
El llamado estilo de la vieja guardia no se define por la edad de quien lo ejecuta, sino por una relación especÃfica con el cuerpo, la música y el espacio social. Es un estilo profundamente anclado en la experiencia cotidiana del baile como práctica social y comunitaria.
En este estilo, el cuerpo no busca exhibirse; busca conversar. El movimiento surge de la escucha musical, del contacto con la pareja y del diálogo implÃcito con el entorno. No hay prisa por llenar el espacio ni por acumular figuras. Cada paso tiene un peso especÃfico, una intención clara, es producto de la creatividad individual y el desarrollo de habilidades de movimiento.
CaracterÃsticas estilÃsticas
Algunas caracterÃsticas recurrentes del estilo asociado a la vieja guardia incluyen:
Uso eficiente y económico del movimiento.
Predominio del rebote natural del cuerpo, más suave y cadencioso.
Conexión constante con la pareja, donde el liderazgo y el seguimiento se construyen de manera orgánica, con más complicidad.
Improvisación basada en la musicalidad más que en secuencias aprendidas.
Menos juegos de pies, combinaciones simples y enfocadas en cambios de peso y aplicación de la cualidad a la musicalidad.
No existen "colochos" o "nudos". Las ejecuciones de los giros con más fluidos y menos infructuosos.
Cada bailarÃn tiene su propio estilo y forma de interpretación.
Este estilo prioriza la sensación por encima de la forma. No se baila para ser observado, sino para ser vivido.
Para la vieja guardia, el salón de baile no es un escenario, sino un espacio de encuentro social. Allà se fortalecen vÃnculos, se negocian identidades, se transmiten códigos de respeto y convivencia. El estilo corporal refleja esta lógica: movimientos que permiten circular, compartir y sostener el baile durante horas sin agotamiento.
La elegancia no se expresa en la espectacularidad, sino en la coherencia del movimiento y en la capacidad de sostener el pulso musical durante toda la noche.
Nueva guardia: entre la tradición y la sistematización
Un estilo que nombra y organiza
La llamada nueva guardia emerge en un momento en que el swing criollo comienza a ser nombrado, enseñado y visibilizado de nuevas formas. A partir del año 2000 aproximadamente, aparecen bailarines jóvenes con nuevas propuesta y formas de interpretación, esta nueva ola de creativa es protagonizada por bailarines como "Tito", Alonso Blanco y otros que dieron su aporte influenciados por movimientos provenientes de la salsa, el merengue y otros ritmos tropicales. Este estilo no abandona la raÃz social del baile, pero introduce procesos de sistematización, conciencia técnica, complejidad de movimientos y puesta en escena.
No se trata de una ruptura con la vieja guardia, sino de una reinterpretación. Muchas personas asociadas a este estilo aprendieron directamente de bailarines y bailarinas de generaciones anteriores, pero decidieron ordenar el conocimiento, hacerlo transmisible en otros contextos: academias, escenarios, festivales, procesos formativos y por supuesto los salones de baile.
CaracterÃsticas estilÃsticas
Entre los rasgos más comunes del estilo de la nueva guardia se encuentran:
Mayor claridad en la ejecución de pasos y figuras.
Rebote más fuerte, marcado, con juegos de nivel y cadencia.
Uso consciente de niveles, direcciones y desplazamientos.
Incorporación de elementos escénicos sin perder la base social.
Mayor presencia de giros, aparición de los "nudos", cambios de ritmo y variaciones dinámicas.
Búsqueda de una estética reconocible del swing criollo.
Juegos de pies complejos y coordinados a secuencias y dinámicas de interpretación más consciente a la musicalidad.
Este estilo pone énfasis en la legibilidad del movimiento, tanto para la pareja como para quien observa. En la nueva guardia, el cuerpo se convierte en un archivo consciente del conocimiento. Se reflexiona sobre cómo se baila, por qué se baila asà y cómo se puede enseñar ese baile sin vaciarlo de sentido. Aparecen discursos sobre identidad, patrimonio, técnica y estilo.
Este proceso ha sido fundamental para la visibilización del swing criollo en espacios institucionales, artÃsticos y académicos. Sin esta etapa, muchos de los procesos de reconocimiento cultural no habrÃan sido posibles.
Las juventudes actuales: expansión, hibridez y experimentación (la nueva nueva guardia)
Más allá de la edad: una lógica cultural distinta
El estilo que hoy desarrollan muchas juventudes dentro del swing criollo suele generar inquietudes y, en ocasiones, tensiones. Nuevamente, el problema surge cuando se interpreta este fenómeno desde la edad y no desde el contexto cultural.
Las juventudes actuales crecen en un mundo hipermediado, atravesado por redes sociales, consumo audiovisual constante y una fuerte circulación global de estilos de baile. Esta realidad inevitablemente se filtra en sus cuerpos. Esta nueva forma de interpretación se esta desarrollando en este momento por jóvenes que están marcando una nueva tendencia de como bailar swing criollo. A partir del 2023, se empieza a ver mas fuertemente estas intenciones en los salones de baile con bailarines protagonistas como Bryan Portobanco, Kevin RuÃz, Brisley Cascante y otros nuevos bailarines que lideran esta reinterpretación con su estilo fresco y dinámico.
CaracterÃsticas estilÃsticas emergentes
Algunas tendencias recurrentes en los estilos juveniles incluyen:
Mayor amplitud de movimiento y uso expansivo del espacio.
Incorporación de acentos corporales más marcados.
Rebote mucho mas enérgico y ágil, principalmente apoyado en el metatarso y maximizando los cambios de peso.
Influencias visibles de otros bailes urbanos y sociales.
Mayor énfasis en la individualidad dentro del baile en pareja, se regresa a una interpretación más cercana con la pareja, al disfrute con el otro y menos de exhibición dentro del espacio social.
Búsqueda de impacto visual y expresividad personal desde la complicidad
Juegos de pies más dinámicos y rápidos, ligados a las nuevas tendencias musicales.
Mayor sentido de proyección y distribución de contenido dancÃstico desde el disfrute del baile.
Rompimiento de los roles de género en el baile
Estas caracterÃsticas no niegan el swing criollo; lo reconfiguran desde nuevas sensibilidades. Para muchas personas jóvenes, el swing criollo no es solo un baile heredado, sino un espacio para construir identidad en el presente. El cuerpo se convierte en un lugar de experimentación, donde se cruzan la tradición y el deseo de decir algo propio.
Este proceso, lejos de ser una amenaza, es una señal de vitalidad cultural.

Tensiones, prejuicios y malentendidos
Uno de los principales conflictos dentro de la comunidad del swing criollo surge cuando las categorÃas estilÃsticas se transforman en jerarquÃas morales. Cuando se asume que un estilo es más auténtico que otro, o que la legitimidad depende de parecerse más a una imagen idealizada del pasado.
Estas tensiones suelen invisibilizar un hecho fundamental: todos los estilos actuales son resultado de procesos históricos previos. La vieja guardia también fue cuestionada en su momento; la nueva guardia también fue vista como una transformación riesgosa; las juventudes actuales repiten, sin saberlo, ese mismo ciclo.
Proponer una categorización desde el estilo implica reconocer que una persona joven puede bailar con un estilo asociado a la vieja guardia, asà como una persona mayor puede explorar estéticas contemporáneas. El cuerpo no responde linealmente a la edad; responde a experiencias, aprendizajes y contextos.
Esta mirada permite:
Evitar divisiones generacionales innecesarias.
Fortalecer el diálogo intergeneracional.
Reconocer la diversidad interna del swing criollo.
Promover procesos de transmisión más horizontales.
Si entendemos el swing criollo como patrimonio cultural inmaterial, debemos aceptar que su esencia no está en la repetición exacta, sino en la capacidad de recrearse. La diversidad de estilos no debilita la tradición; la sostiene. La salvaguarda del swing criollo no pasa por congelar una forma de bailar, sino por garantizar las condiciones para que las personas sigan bailándolo, apropiándoselo y resignificándolo.
Vieja guardia, nueva guardia y juventudes actuales no son bandos enfrentados. Son capas de una misma historia, expresadas en cuerpos que bailan desde lugares distintos, pero sobre un mismo pulso. Todo es swing criollo. Lo que cambia es la forma de habitarlo. Reconocer esta diversidad estilÃstica nos permite cuidar la tradición sin miedo, abrir espacios de diálogo y asegurar que el swing criollo siga siendo lo que siempre ha sido: un baile vivo, popular y profundamente humano.






